En la actualidad, se denomina fertilizante o abono a todo elemento o sustancia, orgánica, inorgánica, natural o sintética, que aplicada al suelo o a los vegetales tengan la capacidad de proporcionar nutrientes y elementos esenciales para el óptimo desarrollo de las plantas.
El uso de fertilizantes es estimulado por la necesidad de aumentar los rendimientos, la calidad y la salud de los cultivos sin aumentar o sustituir la superficie agrícola cultivada en los asentamientos humanos.
Aunque se registra la existencia de técnicas de fertilización con humus y estiércol desde hace 800 años antes de Cristo, el uso generalizado de fertilización química surge a partir del año 1600, con la aparición del nitrato de sodio, y posteriormente se masifica en 1860, gracias a la aparición del
abono potásico en Alemania.
Hoy día, de conformidad con la naturaleza de su composición, existen tres tipos principales de fertilizantes que son: orgánicos, químicos y biológicos.
Cada uno de ellos poseen características, presentaciones, ventajas y desventajas que es necesario considerar cuidadosamente antes de su
utilización.
La fertilización química ha sido un gran paso en el desarrollo de la agricultura moderna. Sin embargo, el uso de entes biológicos como estrategia de abono, es cada vez más popular y eficiente, además de amigable con el medio ambiente.
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