Se denomina “granja integral” a aquellos modelos de producción diversificada que maximizan la eficiencia en el uso de recursos, a través de la integración de diferentes sistemas productivos.
La diversificación de productos y subproductos, así como el reciclaje y el uso intensivo de insumos producidos en la granja, proporciona una mayor flexibilidad económica y operativa al sistema; ya que los ingresos no dependen de un solo producto y la necesidad de insumos externos tiene menores posibilidades de limitar la productividad.
Algunas ventajas evidentes de la granja integral son el uso de recursos locales, el mayor aprovechamiento de la biomasa y los desechos orgánicos. Además la reducción de costos de producción y una mayor competitividad, al poder ofrecer mayor cantidad de productos a un menor precio.
La producción conjunta de abonos verdes, huevos, carne, lácteos, hortalizas, cereales y frutas es el denominador en las granjas integrales. Sistemas que con frecuencia también son además energéticamente autónomos incorporando la producción de gas natural y electricidad en la actualidad.
La integración e interacción de los procesos que se desarrollan en las diversas actividades de la granja integral, es fundamental.
Las tecnologías más frecuentes en una granja integral son: la rotación de cultivos, el policultivo (cultivos mixtos o intercalados), el pastoreo rotativo, el uso de abonos verdes, compostaje y biodigestores. Además del aprovechamiento de la energía eólica y solar.
La granja integral es una alternativa productiva que busca solventar a través de la “diversificación productiva” algunos de los problemas más preocupantes en la agricultura moderna.
Algunas de las prácticas tradicionales de la agricultura a lo largo de los años y alrededor del mundo han generado grandes perjuicios ambientales.
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